En el XI aniversario de la desaparición de Mario Onaindia la Fundación que lleva su nombre le ha homenajeado con dos excepcionales jornadas presididas por Esozi Leturiondo y presentadas por Alberto Agirrezabal.
El viernes intervino Juan José Laborda. Un hombre encantador y entrañable. Las personas más sabias suelen ser las más humildes y cercanas. En su conferencia «Nación y revolución en Europa» entre otras muchas reflexiones sobre nuestro pasado, presente y futuro, criticó lo que denomina «la democracia instantánea», esa forma de política actual que se guía por argumentarios y decide sus pasos a golpe de encuestas. Demasiados políticos escriben y escriben en twiter, pero no leen; argumentarios a lo sumo. No hay reflexión ni creación.
En la jornada del sábado se concedió el premio Mario Onaindia a la librería Lagun. En una jornada entrañable recogieron el premio María Teresa Castells, José Ramón Recalde, Ignacio Latierro y Rosa. Un merecido reconocimiento a su resistencia antifascista de todo cuño, pues para el fascismo los libros son su mayor enemigo. Los libros proporcionan una libertad que las pistolas no pueden cercenar. Así lo describió Felipe Juaristi en su conferencia: «Nunca he vuelto a leer con aquella pasión, con aquel deseo, pero tampoco con la despreocupación y la felicidad de entonces. Si leía no era para obtener algún rédito o beneficio inmediato, ni para pasar el rato, sino para sentirme libre. Supe en Astorga que leer es el acto de libertad primordial e irrenunciable, como caminar sin rumbo ni sentido por donde va el aire o la lluvia o la nieve. Porque leer es andar de un lado a otro, sin pararse a descansar; leer es un viaje que no tiene fin, una travesía de una imaginación a otra, de un arco iris a otro, de un cielo a otro. Hoy y ahora siento que en aquel nevero de Astorga fui libre, más libre que cuando caminaba fuera de los muros del cuartel. Quizá tenga que ver con la juventud, quizá todo sea pura fantasmagoría, como la vida misma. Quizá sólo seamos libres cuando leemos.»